El banco de Dios: El edificador
Seguimos con la tercera parte de El banco de Dios, que cada vez se pone mejor.
Si analizamos el estado actual de las finanzas Vaticanas a comparación con los años en que recibieron la ayuda de Mussolini, veremos que este solo les dio el gran salto hacia un imperio colosal económico.
Como toda sociedad o empresa, de nada sirve el mucho dinero que se pueda tener, si detrás no hay un administrador de estas finanzas. El Vaticano tenía el suyo, era Bernardino Nogara.
Sesenta años de incertidumbre y dificultades habían desaparecido al estilo de cualquier milagro bíblico. La Iglesia volvía a ser rica, se pagaban los salarios atrasados y una nueva planilla operaba. La pesadilla había quedado atrás. Sin embargo, Pio XI consideraba que su misión no había terminado. El éxito había sido grande, pero ahora era necesario trabajar para que nunca más se volviera a dar una situación semejante. Habría sido muy bonito tapar las goteras e invertir el resto de esa fabulosa cantidad de dinero en las muchas obras de caridad que dependían de la Iglesia. Habría sido bonito, pero poco realista. El Papa no solo necesitaba disponer de un Estado soberano para ser independiente, sino que debía disponer de unos fondos suficientes que le permitieran no tener que volver a mendigar favores de nadie.
Para administrar la fortuna que obtuvieron gracias al Tratado de Letrán, el papa creo la Administración Especial de la Santa Sede, donde coloco a Bernardino Nogara como el encargado de todo.
Sin haber sido sacerdote, Bernardino Nogara guarda tantos misterios en la historia del Vaticano. De su infancia se sabe poco, tan solo que se educo en una familia muy religiosa, con varios hermanos sacerdotes
Fue el encargado de varias entidades en Italia, con rangos muy altos. Se traslado a Alemania para dirigir la reestructuración y saneamiento del Reichbank (posterior acreedor del Vaticano). Fue durante ese periodo cuando se afianzo como banquero, realizando una serie de audaces operaciones de ingeniería financiera que fueron la admiración de muchos.
Además de brillante banquero, Nogara tenía en el Vaticano fama de hombre de confianza, era una persona sumamente discreta y diligente a la que se le podían encargar tareas delicadas y/o confidenciales. Se dice que había asesorado a Gasparri (ver post anterior) en los aspectos estrictamente económicos del Tratado de Letrán.)
Su característica más notable era una inteligencia fuera de lo común: hablaba con fluidez ocho idiomas, tenía una memoria fotográfica y una enorme capacidad de cálculo mental.
La reunión en la que Nogara accedió a hacerse cargo de la Administración Especial de la Santa Sede es tal vez una de las pocas que no figuran registradas en el calendario papal. Para aceptar, tan solo le puso una condición a Pio XI: en ningún momento tendría que atenerse a criterios doctrinales o religiosos a la hora de realizar sus inversiones, ni habría clérigos en la institución. Nogara abandono la tradicional política económica vaticana de tener “todos los huevos en la misma cesta” y diversifico sus inversiones en diferentes entidades bancarias, incluidas algunas suizas y francesas, que pasaron a estar representadas en el staff de la Administración Especial.
El único propósito de la organización seria generar beneficios para restaurar el tiempo perdido y el poder de la Iglesia. Nogara mantuvo su puesto hasta 1954, pero siguió aconsejando al Vaticano hasta su muerte, en 1958. En el Vaticano era frecuente oír que: «Después de Jesucristo, lo mejor que le ha sucedido a la Iglesia ha sido Bernardino Nogara».
Nogara y sus hombres se sentaron durante un breve periodo en los consejos de administración de las compañías italianas más importantes, como bancos, compañías de seguros, holding de industrias eléctricas, inmobiliarias, empresas energéticas y químicas, petroquímicas, minas hasta industrias papeleras, esta demás decir que todas eran las más importantes de Italia. Un detalle adicional, Nogara se reservo la presidencia de una de las compañías constructoras de más relieve del mundo, la Soecita Generale Immobiliare (SGI), cuyas escenas fueron recreadas para una famosa película de mafias.
La lógica nos lleva a pensar algo muy obvio, con tantos negocios, se generan utilidades y estás generan impuestos ¿A dónde se pagaban los impuestos? Bueno este detalle es un poco indignante: Para indignación de todos, en el Concordato, habían acuerdos fiscales, todas las obras religiosas, eran obras de caridad, por lo tanto, no eran afectas a impuestos. Bueno, Nogara convenció a Mussolini de que la “Administración Especial de la Santa Sede”, por muchas empresas que poseyera, “venía a ser una especie de obra social de la Iglesia”, por lo que los acuerdos fiscales firmados en el Concordato debían ser aplicadas sin restricción. Increíble, pero viene lo mejor.
En 1935 Italia invadió Etiopia y las empresas controladas por Nogara y financiadas por el Vaticano (Reggiane, Compagnia Nazionale Aeronautica y Breda) se convirtieron en los principales proveedores de armas y municiones del Ejército italiano. Incluso se ha apuntado que el papa financio personalmente la invasión mediante un préstamo. Para aquel entonces, el Vaticano ya había multiplicado de forma sorprendente el monto de la “ayuda” de Mussolini.
Nogara había construido los cimientos del Vaticano y edificado un imperio financieros entre cruces y rosarios. Los ríos de dinero tenían que fluir hacia las siete colinas del vaticano. La avaricia quizás era el pecado que más se practicaba y perdonaba en simultáneo, el Vaticano llego al exceso de crear una red de bancos y compañías que captaban todo el dinero mal habido. Para no dejar rastro alguno, estos nunca llegaban a la Santa Sede, como toda mafia delictiva, el dinero tenía como destino un paraíso fiscal: Suiza. El hermetismo era el principal pilar para seguir negociando a futuro, solo el papa y un puñado mas de personas conocían el verdadero alcance de las riquezas del Vaticano. Los demás se tenían que contentar con conjeturar con cifras que la mayor parte de las ocasiones estaban muy lejos de la realidad.
El imperio que creo Nogara no sería la única fuente de financiación en este nuevo y enriquecido Vaticano. En Alemania, aquel Adolf Hitler que con tan buenos ojos había visto el acuerdo entre Mussolini y la Santa Sede, era ahora canciller y estaba sumamente interesado en llegar a un acuerdo con el Vaticano. No en vano, el que fue nuncio en Alemania estaba destinado a ser pronto el nuevo papa a costa de todo. Incluso de matar.