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El bancio de Dios: El IOR

Publicado: 2009-12-20

A lo largo de su historia, el IOR se ha convertido en una inagotable fuente de escándalos para la prensa europea. Objeto de titulares, desde los más sensacionalistas

Los argumentos que post atrás comentábamos con detalles, eran la comida diaria de los amarillistas, el público consumía  titulares escandalosos y el IOR se encargaba de alimentar sus mentes hambrientas. Así funcionan los misterios.

Desde los famosos concordatos  mencionados con anterioridad, el Vaticano supero todo los límites del control. Si las demás instituciones publicaban informes y estados financieros, el IOR no tiene por qué hacerlo. El IOR le pertenece al papa, el lo administra. Dios no le rinde cuentas a nadie, el IOR tampoco.

<!--more-->El IOR tiene tres juntas directivas independientes: una compuesta por cardenales, otra por banqueros internacionales y funcionarios de la institución y una dirección gerente que se ocupa de los asuntos del día a día.

El origen del IOR hay que buscarlo en el momento de la coronación del cardenal Pacelli como Pio XII. Aquella ceremonia tuvo muchas diferencias respecto a las de sus recientes predecesores. Para empezar, se celebro en la imponente basílica de San Pedro, en lugar de en la mucho mas recogida Capilla Sixtina. El nuevo pontífice insistió en que la ceremonia fuera retransmitida al mundo entero a través de Radio Vaticana.

La ceremonia, en la que no se reparo en gastos, fue el prologo perfecto del que sin duda se puede definir como uno de los pontificados mas sólidos de la historia; Pio XII fue un papa fuerte que llevo a la Santa Sede y a la Iglesia en la dirección que creyó mas conveniente. Era un hombre de gran carisma personal que condujo el Vaticano con el rigor y la autoridad de los reyes de antaño. Los burócratas de la Santa Sede tenían que arrodillarse si recibían una llamada telefónica del pontífice, el personal de servicio debía cumplir sus tareas en el más estricto silencio y los jardineros se escondían tras los arbustos si el Santo Padre salía a dar un paseo por los jardines.

En el terreno político, una de las primeras acciones que Pio XII llevo a la práctica fue la de intentar evitar el estallido de la Segunda Guerra Mundial y predicar una paz basada en el derecho. Propuso un programa de paz de cinco puntos, entre los que destacaban un desarme general, el reconocimiento de los derechos de las minorías y un derecho de independencia de las naciones. Sus esfuerzos no lograron el fruto esperado.

En cuanto a la gestión de las finanzas, el papa estaba satisfecho. Durante el periodo que había durado su gestión administrativa, Nogara había casi <strong>centuplicado</strong> el patrimonio de la donación original de <strong>Mussolini</strong> <strong>de mil setecientos cincuenta millones de liras</strong>. No había rastro de malversación alguna y la Iglesia era rica como nunca antes lo había sido.

El pontífice reconoció que había hecho mal desconfiando del leal financiero y le confirmo en su puesto. No obstante, tal vez debido a este resquemor inicial o a una simple incompatibilidad de caracteres, la relación no fue, ni mucho menos, tan fluida como lo fue con Pio XI. En este sentido, resulta revelador que los diarios de Nogara solo hagan referencia a sus encuentros con Pio XI y no a los mantenidos con Pio XII, que fueron igual de numerosos.

En cualquier caso, la relación profesional sí que fue igual de fructífera y, a pesar de incluir un periodo de gran convulsión como fue la Segunda Guerra Mundial y los primeros compases de la guerra fría, supuso la consolidación definitiva de la riqueza vaticana. Ambos hombres se respetaban mutuamente y la frialdad de su trato tal vez se debiera a que eran demasiado similares para congeniar completamente: eran dos hombres que habían consagrado toda su vida, sin reparar en sacrificios, a la misma causa, engrandecer a una Iglesia a la que habían podido ver no hacia tanto tiempo en una situación de extrema debilidad.

Nogara convenció a Pio XII de la necesidad de que el Vaticano contara con su propio banco, una institución financiera que le permitiera operar en los mercados financieros internacionales con mayor autonomía. Ello les permitiría, entre otras cosas, atenuar en gran medida la preocupante dependencia que sufría el Vaticano respecto a Italia. El suministro eléctrico, el agua, la comida, el teléfono y el telégrafo dependían del gobierno italiano. Incluso Radio Vaticana estaba sometida a la censura del gobierno fascista. Sin embargo, había una dependencia más preocupante si cabe. Tener que guardar la totalidad de sus activos financieros en bancos extranjeros, fundamentalmente italianos, colocaba al Estado Vaticano en una situación sumamente anómala.

El nuevo banco extendería hasta el infinito las posibilidades de lucro de las finanzas vaticanas, ya que podría contar con una selecta y exclusiva clientela a la que se le ofrecerían servicios difícilmente disponibles en otras entidades. No hacía falta echarle demasiada imaginación para comprender el agrado con que los empresarios italianos verían la posibilidad de sustraer, de una manera fácil y segura (a fin de cuentas seria el banco de la Santa Sede), importantes cantidades de dinero del escrutinio de la hacienda pública.

El 27 de junio de 1942, Pio XII y Bernardino Nogara firmaron el documento con el que nació el que fue denominado Instituto para las Agencias Religiosas, posteriormente Instituto para las Obras de Religión. Monseñor Alberto di Jorio, que hasta ese momento había sido la mano derecha de Nogara, fue nombrado presidente de la nueva institución. El cargo es menos relevante de lo que parece, ya que Nogara se reservo para sí mismo un nebuloso titulo de «delegado» que le permitía mantenerse oficialmente al margen de las operaciones del recién creado instituto, al tiempo que conservaba la capacidad de supervisar sin límites ni restricciones todas y cada una de sus operaciones.

No obstante, el poder supremo de la institución recaía sobre el papa, que, aunque ya no era el rey de antaño, capaz de reclutar enormes ejércitos y convocar cruzadas para aplastar a sus enemigos, acababa de adquirir el arma perfecta para combatir en otros campos de batalla, que iban a ser no menos importantes que aquellos en los que peleaban desde hacía tres años los soldados de la Segunda Guerra Mundial. No, el papa ya no tenía ejércitos, pero en la batalla económica había convertido la Santa Sede, de nuevo gracias a Bernardino Nogara, en una potencia digna de ser tenida en cuenta.


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Un ente puede ser muchas cosas, asi como ser ninguna. Me llamo Jesús Hernández y estoy asignado a explotar este blog con noticias, comentarios, información y opiniones. Esta bitácora es para la crisis económica asi como los casos de éxito. Paraisos fiscales y


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